12 de octubre de 1492
A las dos de la madrugada del 12 de octubre comenzó a divisarse tierra, a escasas dos leguas de distancia. Era una isleta del archipiélago de las Bahamas que los indios llamaban GuanahanÃ. Al arribar, el Almirante Cristóbal Colón salió a tierra en la barca armada acompañado de MartÃn Alonso Pinzón y su hermano, Vicente Anés, que era capitán de la Niña. En la playa los esperaban desnudos los primeros indÃgenas que ellos habrÃan de conocer en el Nuevo Mundo. Colón llamó a Rodrigo de Escobedo, el escribano de toda la armada, y como primer acto oficial hizo que constara que él, ante todos los españoles y la multitud de habitantes de la isla que se estaban congregando allÃ, tomaba posesión de dicha isla en nombre de sus señores, el Rey y la Reina de España.
Según el cronista Fray Bartolomé de las Casas, las siguientes son palabras textuales del Almirante en su libro de primera navegación y descubrimiento de nuestra América: «Yo, porque nos tuviesen mucha amistad,... conocà que era gente que mejor se librarÃa y convertirÃa a nuestra Santa Fe con amor que no por fuerza... no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia. ...tenÃan señales de heridas en sus cuerpos, y les hice señas qué era aquello, y ellos me mostraron cómo allà venÃan gente de otras islas que estaban cerca y les querÃan tomar, y se defendÃan. Y yo creÃ, y creo, que aquà vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos.
Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decÃa, y creo que ligeramente se harÃan cristianos; que me pareció que ninguna secta tenÃan.
Efectivamente, con el transcurso del tiempo los frailes españoles lograron convencer a aquellos indÃgenas de que les convenÃa hacerse cristianos. El apóstol Pablo, algunos años después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo, habÃa intentado convencer de lo mismo a un gobernante romano. El rey Agripa habÃa escuchado con suma atención la defensa del evangelio de Pablo y le habÃa dicho: «Un poco más y me convences a hacerme cristiano.» «Sea por poco o por mucho —le replicó Pablo—, le pido a Dios que no sólo usted, sino también todos los que me están escuchando hoy, lleguen a ser como yo, aunque sin estas cadenas.
Lo que le habÃa deseado San Pablo al rey Agripa era lo mismo que les deseaban los frailes españoles a los indÃgenas: la libertad espiritual, que tiene valor eterno a diferencia de la libertad fÃsica, la cual perdieron tanto Pablo como aquellos indÃgenas americanos. Es hora de que nosotros también reconozcamos lo mucho que nos conviene hacernos cristianos, es decir, verdaderos seguidores de Cristo. ¡Sólo asà podremos gozar de la única libertad que nadie nos puede quitar, porque conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres!